Day 16: SouthStreet Seaport + Century 21
Mi mini libélula y yo nos hemos levantado pronto esta mañana. Hemos decidido visitar SouthStreet Seaport, una zona del puerto totalmente turística llena de tiendas y restaurantes. El sitio es bastante agradable y aunque está lleno de gente, se puede respirar.
Para variar he entrado en todas las tiendas y en concreto en una, he hecho la compra más extraña de todo lo comprado en este viaje, una radio para la ducha. Si te gustan estas chorradas y te apetece sentarte en un buen sofá de los que hacen masajes de pies a cabeza, te recomiendo que visites Brookstone.
Al salir de la tienda con la radio en la mano, no entendía como había llegado a pagar por ese cacharro. Comprar compulsivamente sin pensar, es lo que tiene. Al ver el producto te parece algo genial y de gran uso y una vez lo tienes pagado y empiezas a racionalizar, no comprendes como el hecho de escuchar la radio en mis duchas de 5 minutos puede ser algo de tanta utilidad. Lo único que sé es que el hecho de ducharme a partir de ahora, será diferente.
Después de tanta cavilación, me ha entrado hambre.
Al fondo de SouthStreet Seaport, hay un centro comercial. He buscado el Food Court, una planta llena de paradas de comida rápida y he pedido un chicken pesto sandwich. Al no soportar comer en ese agujero rodeada de diferentes olores fritanga, he salido fuera en busca de una mesa. Tuve suerte y la terraza estaba vacía. No podía pedir más, estaba comiendo con vistas a los rascacielos del downtown.
Después de llenar el estómago, había llegado el momento. Hacía días que mi cuerpo me pedía a gritos entrar en Century 21, uno de los mayores outlets de marcas de la ciudad. De SouthStreet Seaport está tan sólo a 15 minutos caminando.
Me emocionó saber que iba a tocar al mismísimo Marc Jacobs, no en persona, sino en forma de vestido rebajado un 60%. Ese era mi objetivo, encontrar un vestido para la boda de mi amiga Marga. Cuando llegué a la planta de diseñadores ahí estaba, un cartel que ponía Marc Jacobs con unos descuentos de escándalo.
Me avalancé como una loba, cogí todo lo que vi de mi talla y sin mirar nada más, me fui al probador. Mientras me probaba al mismísimo Marc, rezaba que por favor me quedara bien uno de los vestidos. De repente la chica situada en el probador de al lado empezó a cantar a pleno pulmón una canción de Alicia Keys. Me impresionó oir cantar a esa mujer, se me puso la piel de gallina. Con esa banda sonora que provenía del probador vecino, me adjudiqué un vestido y una falda negra.
La cantidad de ropa que hay en esa tienda es impresionante. Recomiendo ir cuando estés descansado, dedicarle por ejemplo una mañana unas 2 o 3 horas para poder encontrar ropa que creías que nunca podrías tener en tu armario.
Si me estás leyendo, eres mujer y crees que nunca podrás tener un Valentino para poder gritar en una boda “Quién me ha tirado el vino en mi Valentino”, rectifica, sí que puedes. Dior, Yves Saint Laurent, Armani, Versace, Prada,…, todos están esperándote. Ten en cuenta que esta tienda es lo más antiglamour que hay, se parece más a un almacén que a una tienda. Hay dos tipos de probadores, los abiertos y los privados. Si no quieres cambiarte en un espacio abierto, puedes pedir el «Private Fitting Room».
Si eres hombre no te preocupes, Armani, Dior, Dolce & Gabanna y muchos más, también te están esperando en la primera planta en forma de trajes, calzoncillos, camisas, camisetas, pantalones y complementos tirados de precios.
Después de más de 2 horas al borde de la locura, salí de ahí.
Volví a Carroll Gardens con la tarjeta de crédito quemada. Necesitaba una copa de vino y regresé al bar donde había quedado la semana pasada con la amiga de Katie, Kassie.
Con mi ordenador, una copa de vino, buena música, una decente conexión a internet y un vestido de Marc Jacobs colgado en el armario de casa, sentí que el día no había podido ir mejor.
Sigue leyendo – Day 17: Central Park, Hotel Plaza, Times Square y Brooklyn Bridge Park