Day 19: Drinking with a view
En mi vida había dormido en una cama como aquella. No se si llamarla cama, tabla o roca. La mejor posición ha sido boca arriba y sin poder ponerme de lado porque me clavaba todo el brazo.
Realmente ha sido la peor experiencia que he tenido durmiendo en una cama, sin contar en mi adolescencia cuando nos íbamos de camping a Salou y donde a las 7.00 de la mañana borrachas, volvíamos a nuestra tienda de campaña teniendo que dormir encima de un saco posicionado en un suelo lleno de piedras.
Siento como mi espalda cruje y apenas me puedo mover.
¿Esta gente ha dormido encima de un colchón alguna vez?. Hasta se me llegó a pasar por la cabeza que tal vez fueran una pareja de vampiros y por eso no tienen colchón. Probablemente duerman en el armario o en algún féretro enterrado en el jardín.
Al lado del piso hay una cafetería donde la bautizo como mi sitio de desayunos durante esos 4 días Connecticut Muffin (206 Prospect Park). No me apetece nada desayunar en casa de los vampiros.
Me pido mi Toasted Onion Cream Cheese Bagel with my Café Latte y soy feliz. Reconozco que este es el desayuno que más me gusta en el mundo. Luego apestas a cebolla, pero que más da. No tengo a quien besar.
Hoy va a ser un gran día. En Lafayette con Prince Street habilitan durante el día de hoy un FREE BIKE RENTAL. Es el día que cortan varias calles de la ciudad para que la gente pueda circular con bicis, patines o para quien quiera correr todos los sábados de agosto.
Me hago con una de las bicicletas y sigo a todo el mundo. Bajando por Lafayatte y cruzando Canal Street, llego a Brooklyn Bridge. Cruzar este puente ya sea en bici o caminando, es toda una experiencia. Paro mil veces y hago fotos del maravilloso paisaje. Sigo por el carril bici que hay habilitado y llego a Brooklyn pero decido volver a Manhattan cruzando el Manhattan Bridge (puente que está justo al lado). Cruzar el Manhattan Bridge es lo más parecido a estar en una carcel. No es tan bonito pero ha valido la pena. Al llegar a Chinatown me pierdo por las calles. Ya no hay carril bici y me adentro en la carretera. Presa del pánico bajo de la bici y voy caminando hasta Lafayette, devuelvo la bici y me siento en la gloria.
Como he quemado un montón de calorías (o eso es lo que quiero creer), como en Chinatown en Les Enfants Terribles y después de caminar y caminar, me tomo el postre en Magnolia Bakery. Lo que llevo invertido en esta pastelería, no tiene nombre. Cabe decir que yo no soy nada de pasteles, pero con los cupcakes no me puedo contener, aunque los del Magnolia no son los mejores que he probado ni por asomo.
En pleno West Village me topo con su Market de los sábados. Está lleno de vida y ocupa gran parte de Bleecker. Hay un grupo de acapella tocando. Me quedo clavada escuchando. Me encanta y les compro un disco de recuerdo. Se llaman GROUNDSTONE. Me dan a cambio una tarjeta con su contacto y me dicen que si alguna vez hago una fiesta les llame por si me interesa tener música en directo.
Decido entonces que el día que me mude a NY, haré una fiesta con vino, quesos y los GroundStone en el salón de mi casa.
Vuelvo al piso de los vampiros para descansar y arreglarme. Después de cenar he quedado con Guille y sus amigos para ir al mítico rooftop 230 de la 5th Av, un bar terraza con un leopardo de peluche gigante en la entrada. Nos tiramos 45 minutos de cola en la calle para entrar. Si en Barcelona veo esta cola, doy media vuelta y me voy a dornir, pero cuando estás en Nueva York y te dicen que vale la pena la espera, lo haces.
Nos metemos en un ascensor y llegamos a la terraza. Tiene unas vistas buenísimas del Empire State iluminado donde casi lo puedes tocar. Bajo aquella impresionante vista, fui en busca de mi copa, un Amaretto Sour. Desde que mi exnovio americano me pidió un día un Amaretto Sour, siempre que estoy en EEUU pido lo mismo. Dulce, poco alcohol y mucho hielo. Precio por copa en el Rooftop: 12 euros.
Conozco a todos los amigos de Guille de todas partes del mundo. Acabo hablando con un italiano, Luca, durante mucho rato. Nos contamos nuestra vida. Abogado de Milán que ha dejado su trabajo para llevar a cabo un Master en NY. Hablamos y hablamos y decidimos quedar para comer el día antes de mi vuelta.
Llega un punto en la noche que ya no puedo más. Los pies los tengo destrozados y el punto de alcohol que llevo en el cuerpo hace que sueñe con mi cama tabla.
Son las 2 de la mañana. Me despido de Luca y de todos mis nuevos amigos y cojo un taxi de vuelta a Prospect Park. El taxista, un pakistaní que no para de hablar por el móvil, se gira y me suelta un Where are we going sweetie? automáticamente pienso «To the vampire castle honey». Eso de que me llame Sweetie un taxista a las 2 de la mañana, no me hace la menor gracia, pero debido a mi cansancio decido no darle la mayor importancia.
Llego al castillo, me tumbo boca arriba y me quedo dormida en un abrir y cerrar de ojos.