La historia

Day 8: Coney Island

Después de haber visto la película BIG de Tom Hanks cientos y cientos de veces, decidí bajar al parque de atracciones de Coney Island, encontrar la máquina del mago Zoltar y pedir mi deseo.

Al llegar al parque de atracciones no encontré a Zoltar pero sí a su abuela.  Una abuela metida en una caja de cristal que te daba una tarjeta con una pequeña profecía de lo que iba a ser tu vida.

Al meter 25 céntimos en la máquina, la abuela me pasó una tarjeta amarilla que decía:

«You are in luck my friend, this great big dollar sign. Say’s that a great fortune will soon be thine. Yes my friend, the time is fast approaching when a distant relative will soon leave you a vast fortune. You are a very wise person and will spend this money carefully. Life for you will no longer hold the dread of financial hardships. Your love affairs have had unfortunate endings, probably caused by the interference of others. You need a great deal of exercise particularly in the open air. Seven is your lucky number».

La primera parte obvio que no me la creo debido a que en mi familia no hay fortunas. A no ser que de golpe me salga un tío abuelo centenario con finca en Marbella, me adopte como su nieta favorita y me deje toda su herencia.  Lo de solapar el tema de los romances con el ejercicio al aire libre, ¿a qué se refiere?, ¿tengo que empezar a correr?, ¿me ha visto gorda?. ¿Sabe algo esta mujer de amor?

No creo que una abuela que viva en una caja de cristal tenga ni idea de como esta el tema en esta época.

Después de saber como me irá el futuro y de que seré millonaria, he decidido subir a la noria  y hacer unas fotos.

Una vez mi cesta ha empezado a subir, he tenido un sentimiento de arrepentimiento. No me gustan las alturas. De repente me he quedado colgada durante 60 segundos en lo más alto. ¿Qué pasa si me desmayo?. ¿Qué pasa si se estropea?, ¿Trepará todo el cuerpo de bomberos de Coney Island  y me rescatará?.

Al salir del parque de atracciones mis piernas (no mi cabeza) me han llevado al New York City Aquarium.  Después de pagar 17$ por la entrada y de verme rodeada de cientos y millones de niños gritando y
empujando, he pensado ¿qué narices hago aquí?. En Barcelona nunca he ido a visitar el Aquario que tenemos y este que es más cutre, sí.  Viendo que no tenía marcha atrás, he empezado a meterme por todos los pasillos y rincones. Tengo que confesar que me ha gustado. Hasta he tenido una conversación con un niño de 5 años al ver que los dos estábamos mirando la misma estrella de mar: – Oh my God it´s a baby starfish!. Did you see it?.-

He acabado en un Show de Focas. Al ver a aquellas focas atrapadas en ese aquarium siendo el mono de feria de todo el mundo, me he preguntado -¿soy yo una foca?-  (no en el sentido dietético de la palabra, aunque poco me falta).

La diferencia entre la foca y yo, es la libertad. Yo tengo libertad de decidir qué hacer con mi vida. La pobre foca, no. El término libertad es  un tanto complejo. Sabemos que somos libres pero a veces nos sentimos atrapados. Atrapados en nuestras vidas sin saber qué hacer para cambiarlas.

Al salir del Aquarium con mis pensamientos existenciales  correteando por mi cabeza, me he dado cuenta que tenía hambre. En Coney Island sólo hay dos opciones, Hot Dog o un algo rebozado.  Llévate un Almax.

Encontrarás un montón de chiringuitos en toda la playa.

La playa en sí no vale mucho la pena y por lo que pude comprobar, el sol abrasa.

Después de mi día en Coney Island, vuelvo a casa pensando en la foca, en mi libertad y qué hacer para llevar a cabo un cambio en mi vida.

Sigue leyendo – Day 9: Reflexiones de un día en la ciudad





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